Sorpresa en los mercados: nadie esperaba tanto de Alberto Fernández

 Sorpresa en los mercados: nadie esperaba tanto de Alberto Fernández

La vuelta del kirchnerismo al poder vive de las reconciliaciones. La primera fue el retorno a la amistad de Alberto Fernández y su promotora electoral, Cristina Kirchner. Sobre ella se anudaron otras, como la de Sergio Massa con la propia expresidenta, o la del peronismo clásico con la juventud de La Cámpora. Eran giros fáciles de prever, ya que los actores de la política argentina suelen ir en socorro del ganador.

Más difícil de anticipar era el incipiente romance con el Presidente que comenzó a florecer en el mundo de las finanzas, denostado por Fernández en la campaña y vuelto a poner en la cúspide en los primeros 15 días de su gobierno.

Esa consideración recíproca despertó en los últimos días la envidia de exfuncionarios de Juntos por el Cambio. El colaborador directo de Mauricio Macri lo resume en un hecho: estamos hablando de un «flaco», dijo en referencia al Presidente, que sacó el «ridículo impuesto que pusimos a la renta financiera». Más prueba del compromiso de Fernández con el mercado no puede haber, insistió.

El encono es mayor cuando un funcionario que participó de la discusión recuerda que el impuesto a la renta financiera se había impuesto por pedido de Sergio Massa, el mismo que lo sacó cuando fue gobierno.

Los mercados, una definición imprecisa que hace referencia a los dueños mundiales del dinero, suelen tener memoria, pero no pasiones. Se asustaron con las palabras de Fernández en modo campaña («el FMI es responsable de la crisis», «no vamos a pagar la deuda con el sacrificio de los argentinos») porque les trajo el recuerdo de Cristina Kirchner, pero perdieron el miedo, al menos temporalmente, tras la sanción de la ley de emergencia económica.

En los primeros días de gobierno, la aprobación del mundo financiero hacia Alberto Fernández es generosa. En lo que va del mes, algunos ADRs -la denominación con la que cotizan en Nueva York las empresas argentinas- subieron más del 40%, y los bonos argentinos siguieron también una tendencia ascendente.

Ayer, primer día de vigencia de la ley de emergencia a la que la Casa Rosada le dio un aire redistribucionista, la reacción fue aún más exagerada. ¿Quién podría haberle anticipado a Marcelo Mindlin, cara visible de Pampa Energía, que las acciones de su controlada Edenor iban a subir hasta 14% en horas del mediodía, cuando había sido uno de los grandes perjudicados tras la victoria de Fernández en las PASO de agosto pasado?

Además de memoriosos y desapasionados, los mercados no pueden ocultar su estado de ánimo. Lo hacen a través de un puñado de números. Si están en rojo, anticipan algo malo, pero si están en verde, vislumbran un futuro próspero. No necesariamente para el país, sino para ellos. A veces, los caminos de ambas partes se cruzan.

Se imponen varias preguntas. ¿Cómo es que un gobierno menos amistoso con el capital que el de Mauricio Macri obtuvo hasta ahora mejores resultados que su antecesor en la arena financiera? ¿Por qué los dueños del dinero le dieron el visto bueno a la sanción de una ley aprobada bajo el lema de la solidaridad, acaso su contracara?

Es probable que hayan tomado en cuenta algunos detalles de la ley que se escurrieron en el debate legislativo. El primero de ellos es que el recrudecimiento del cepo al dólar -lo puso Macri, lo reforzó y extendió la actual gestión- es una buena noticia para los acreedores.

El hecho de que haya una traba a la salida de divisas entorpece las inversiones, pero sirve para juntar billetes. Aunque parezca una obviedad, es bueno recordarlo: para pagar en dólares, hay que tenerlos.

El secreto de la política que intuye el mercado es que el país está a las puertas de un ajuste en las jubilaciones, el renglón mismo en el que se lo reclamaban los acreedores. Mauricio Macri no se había animado a tanto.

Hay otros elementos. El mercado había apostado a que había una posibilidad grande de default. La Casa Rosada les envió señales claras de que es un futuro que espera esquivar. Los acreedores argentinos también desestiman una quita, al menos de capital.

Al mismo tiempo, los activos locales están a precio de remate y el mundo tiene dinero de sobra que no sabe dónde colocar. Un asesor top de inversores, de diálogo frecuente con el equipo de Fernández, se preguntaba esta semana qué papeles podrían arrojarle a un administrador de portafolios ganancias por encima de dos dígitos. Nadie paga tan bien como la Argentina.

El aumento de retenciones y la suba de impuestos son, junto a la reforma jubilatoria y siempre bajo la mirada del mercado, alternativas que le permitirán a la Casa Rosada alcanzar el equilibrio fiscal, es decir, hacerse del dinero para pagar la deuda.

Donde la Casa Rosada ve un aumento de la mínima, en Wall Street observan una reducción del gasto. Lo que parte de la sociedad denomina como un impuestazo, a los ojos de los acreedores es la viva voluntad de pago del Gobierno.

Aunque parezcan todopoderosos, los mercados son propensos al error. No está claro, por ejemplo, cuánto conocen de historia argentina. Si lo hicieran, les resultaría difícil encontrar en el último tiempo casos de administraciones que hayan aumentado la recaudación sin sucumbir a la tentación de gastar más.

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