«China» tras acuerdo con Ruta de La Seda explotará el joint venture

 «China»  tras acuerdo con Ruta de La Seda explotará el joint venture

Sumarse a la Ruta de la Seda le permitiría a la Argentina captar inversiones para desarrollar obras de infraestructura. ¿La clave? La participación de las empresas locales, destaca el economista Gustavo Girado. De prosperar el plan se estimularía la actividad y el empleo. ¿Hay razones para creer en otro mega acuerdo?

Por Gustavo García // El punto más saliente de la última gira presidencial estuvo dado, sin lugar a dudas, en el acuerdo alcanzado con China para que la Argentina se sume a la Ruta de la Seda, el multimillonario proyecto inversor global de Pekín. El plan vendría a aportar lo que tanto necesita la economía local: dólares para obras de infraestructura y transferencia de tecnología.

La Ruta de la Seda dista de ser una obra de buena voluntad. Sería una ingenuidad enfocarlo de esa manera. China busca, hundiendo capital, asegurarse recursos y expandir su influencia. Un ejemplo claro está dado en las inversiones que el Gigante realizó en la red ferroviaria argentina, mayormente en los ramales de carga por donde se mueve la soja rumbo a los puertos.

Lo cierto es que, como explican los expertos, la abundante oferta china y las necesidades argentinas terminan por conformar una ecuación al menos interesante. La suma comprometida en financiamiento alcanza los u$s 23.000 millones, una cifra relevante si se tiene en cuenta que el país tiene la puerta cerrada al financiamiento externo en los mercados.

No es la primera vez, sin embargo, que Argentina y China le ponen la rúbrica a acuerdos de alto calibre. En 2004 el otrora presidente Néstor Kirchner y el antecesor de Xi Jinping, Hu Jintao, firmaron en Buenos Aires un pacto de asociación estratégica que traería inversiones por u$s 20.000 millones en una década. El goteo de divisas, sin embargo, fue menor.

En 2014, con Cristina Fernández en la Casa Rosada, Xi Jinping visitó la Argentina y entonces ambos países firmaron un convenio marco que comprendía 17 acuerdos en diversas áreas, incluidas las dos represas hidroeléctricas en construcción en la provincia de Santa Cruz.
Cuatro años más tarde fue Mauricio Macri el que tomó la posta e hizo suyo el anuncio de la construcción de la central nuclear Atucha III, obra que nunca se puso en marcha. ¿Qué deberíamos esperar ahora de la Ruta de la Seda?

EL RUMBO

País milenario, dueño de una cultura singular, no se puede negar que Ruta de la Seda es un nombre con ribetes demasiado poéticos para un proyecto vinculado a la inversión. Se trata de un plan que remeda el sendero comercial que unió China con Europa entre los años 206 a.C. y 907. Su relanzamiento es la columna vertebral de la gestión Xi.

La ruta cuenta con dos ejes: uno terrestre que une China con Pakistán, Afganistán, Turquía, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes hasta llegar a París. Y una vía marítima cuyo fin era llegar, en un primer momento, a Africa y Medio Oriente, para luego tocar América Latina.

En la actualidad un total de 140 naciones están adheridos al proyecto. El primer país latinoamericano en unirse fue Panamá, pero más tarde se sumaron Antigua y Barbuda, Barbados, Bolivia, Chile, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Granada, Guyana, Jamaica, Perú, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Ahora le llegó el turno a la Argentina, la primera de las cuatro grandes economías del subcontinente en firmar el pacto.

PERSPECTIVAS

«Hace unos años la respuesta hubiera sido diferente porque la realidad macroeconómica actual de la Argentina condiciona mucho de su performance en los tiempos políticos a nivel global», dice Gustavo Girado, economista y director del posgrado de Especialización en Estudios en China Contemporánea de la Universidad Nacional de Lanús, cuando se le pide una lectura del acuerdo.

Luego profundiza sus ideas: «Es muy fácil verlo desde el punto de vista Chino dado que ellos tienen una iniciativa política que la proyectan y sobre la cual se despliegan con sus intereses, sus normas e incluyen sus valores, claramente. Es ahí adonde van a llevar los estándares hacia el resto del mundo. Y teniendo la Argentina la titularidad pro témpore de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), y por otro albergando en su territorio algunas de las obras más grandes de capitales chinos, tiene un cierto atractivo político porque es la primera de las cuatro grandes economías de Latinoamérica que se adhiere».

-¿Y desde el punto de vista argentino?

-Desde el punto de vista argentino está la debilidad que comentaba antes. A partir de la oferta excedente china, que pasa por el financiamiento, la infraestructura y tecnología, Argentina es demandante insatisfecha en esas variables. La oferta china claramente hace un match preciso sobre las demandas de Argentina que, justamente por esas carencias, no está pudiendo terminar una serie de obras de infraestructura, algunas de las cuales están comprometidas con capitales chinos como las represas hidroeléctricas de la Patagonia.

-Ante esta necesidad del país, ¿tenemos una actitud pasiva o se puede negociar algo sobre el rumbo de las inversiones?

-La iniciativa tiene carácter de win-win en el marco de la política del Politburó. No se trata de la imposición de un proyecto de infraestructura por parte de China, sino que por el contrario requiere no sólo de la aceptación de algunos sectores, una suerte de esquema de financiamiento porque detrás está el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, sino que los proyectos requieren participación local. Quizás en algunos casos de inversiones en Africa o en el Sudeste asiático la propuesta china incluya también hasta mano de obra, pero ese no es el caso de Argentina. Aquí hay una cierta madurez institucional respecto a la cooperación internacional, en el cual el entramado del joint venture no parece ser algo alocado. Pensar que se puedan hacer cosas en la Argentina con capitales chinos, que incluyan a empresas estatales o privadas argentinas, es algo totalmente posible.

-¿Cuál sería el mejor ejemplo de este esquema aplicado en el país con capitales chinos?

-Las represas de la Patagonia, porque es un joint venture donde no está el Estado chino pero requiere el aval del Estado. Porque Gezhouba es una empresa privada y Electroingeniería también, pero sin los Estados avalando esto no se hubiera podido llevar adelante. De hecho, hasta que Macri no quiso sacar a Electroingeniería del medio la cosa iba bien, pero ahora todo está demorado. Justamente se demora porque el repago ya debería haber comenzado, y no puede haber repago con la obra parada. También podemos imaginar la inversión en puertos, con la participación de empresas como Techint y otras medianas o grandes, que son las que tienen espalda para afrontar estos proyectos. Veo que es una opción importante ya que el excedente de oferta chino calza perfectamente con nuestra necesidad.

-El presidente Xi Jinping estuvo en la Argentina durante las gestiones de Cristina Fernández y Mauricio Macri. Anteriormente, Xi Jintao había visitado a Néstor Kirchner. En cada encuentro se firman acuerdos macro y con el paso del tiempo sabemos poco de ellos.

-Son memorandums que surgen como producto del diálogo político. En su momento en 12 años de la gestión Kirchner hay firmados aproximadamente 52 acuerdos, pensados con distintos ministerios, especialmente con Infraestructura. Pero ahí había acuerdos diversos, mucho papelerío de distinto carácter en distintas instancias. Una cosa es lo que dicen los medios cuando crean subjetividad y falsean la información, entonces afirman que Hu Jintao dijo que habría u$s 100.000 millones para la Argentina. Jamás dijo eso. Dijo que habría en 10 años u$s 100.000 millones para toda América Latina. Y acá en seguida estaban contando la plata. No es que no se cumplió, sino que alguien pensó que iba a ser diferente.

-¿Cómo ve al sector privado en términos de aprovechar estas oportunidades?

-No tiene alternativas más que aprovechar esto. Es una oportunidad inmejorable para hacer joint ventures con empresas chinas con las cuales se puede acordar transferencia tecnológica. Si hay realmente un interés concreto de China o de empresas privadas chinas para llevar a cabo una transformación de proteína vegetal en animal dentro del territorio argentino, ¿qué mejor que el management argentino que tiene experiencia en la producción de alimentos en clima templado? ¿Y qué mejor que tener ubicado el comprador eventual que sería la República Popular China? ¿Cuál sería el problema?

-China es el gran mercado al que todos quieren venderle algo, pero desde lo operativo el sector privado se va topando con inconvenientes por el tamaño, la escala, el desconocimiento de esa plaza. ¿Qué opina? ¿Será distinto ahora?

-No lo sé, pero no hay que mezclar esto con la Ruta de la Seda, porque no tiene nada que ver. Esto no es una iniciativa para exportarle a China sino una iniciativa en la cual China se proyecta al mundo con proyectos de infraestructura y mucha tecnología. Y ahí encierra valores, estándares, normas. -Hay un total de 140 países adheridos a la Ruta de la Seda. ¿Es el proyecto de inversión más grande que tiene hoy el mundo?

-Es un proyecto de infraestructura que tiene rutas marítimas y terrestres, que nace hace casi una década en China y es el mascarón de proa del proyecto político de Xi Jinping. Lo inventó la mesa chica de él antes de convertirse en presidente. Con este proyecto China se despliega primero sobre los países vecinos, y Latinoamérica entra al final porque no nos une ni siquiera la geografía. Latinoamérica no estaba en el proyecto original, no aparece.

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